viernes, 5 de septiembre de 2008

Angel Rama

Diario (1974-1983)

El de Ángel Rama —crítico, ensayista y docente uruguayo— no es un diario de escritor, ni tampoco (“rigurosamente”) un diario de trabajo. Consigna unas pocas ideas sobre textos o autores; no es —en absoluto— la intimidad de una subjetividad proliferante lo que nos seduce de sus anotaciones. El enorme placer de su Diario (1974-1983), publicado este año por primera vez en Argentina, consiste en presenciar su agudísima capacidad de observación, aplicada esta vez no a la literatura sino a los eventos diversos de su vida cotidiana, además marcada de manera radical por las circunstancias políticas del continente. El exilio áspero y apasionado en Venezuela y las temporadas de trabajo ameno y aislado en universidades de Estados Unidos; su relación con colegas o discípulos, con sus propias exigencias y deseos, y su matrimonio con la crítica y escritora Marta Traba; los signos de la vejez y el cansancio y también la enfermedad; los vínculos con la “tribu”, a menudo en la diáspora, de intelectuales latinoamericanos: García Márquez, Vargas Llosa, Onetti, Cortázar o Heberto Padilla desfilan aquí en cuerpo y obra, “leídos” también en sus maneras de mirar, conversar, actuar en lo público y lo privado. Esa última década de su vida que abarca el diario fue además central para su producción. En Caracas fundó la Biblioteca Ayacucho —que difundió obras centrales de la literatura de la región prologadas por sus mentes más brillantes— y publicó sus investigaciones más importantes. Uno de ellas, Transculturación narrativa en América Latina, lo reeditó el año pasado El Andariego, que ahora nos da su Diario y nos promete, para un futuro próximo, Las máscaras democráticas del modernismo y una compilación de sus cartas; difícil pedir más para una obra largamente inhallable. Ángel Rama murió en 1983 en un accidente aéreo: justo cuando la calculada difusión de las democracias neoliberales estaba a punto de producirle honores y reconocimientos, una felicidad con mueca amarga o irónica y —es deseable y verosímil— renovada voluntad de comprender e intervenir.

Inrockuptibles | Septiembre 2008